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60 poemas

SESENTA POEMAS E INSTRUCCIONES. CURSO 2012-13

SEGUNDA EXPOSICIÓN ORAL

SESENTA POEMAS... A ELEGIR

INSTRUCCIONES 

 

Elegid vuestro poema con atención y procurad entenderlo bien.

Así no os equivocaréis

 

INSTRUCCIONES:

ENTRE LOS POEMAS SIGUIENTES, VAIS A ELEGIR EL QUE OS SERVIRÁ PARA LA EXPOSICIÓN ORAL DEL SEGUNDO TRIMESTRE. 

YA SABÉIS LO QUE HARÉIS: 

1. RECITARLO, CON O SIN MÚSICA DE FONDO (ADECUADA AL CONTENIDO DEL POEMA) 

2. EXPLICAR SU CONTENIDO (LO QUE QUIERE DECIR) 

3. DECIR SU TEMA (YA SABÉIS, TENÉIS QUE COMENZAR SIEMPRE CON: "EL AUTOR NOS QUIERE DECIR QUE...") 

4. UN MURAL EN CARTULINA, CUYO COLOR DEBE ADECUARSE AL POEMA Y QUE INCLUIRÁ, COMO MÍNIMO: 

A) UN DIBUJO HECHO POR VOSOTROS  

B) UNA FOTO HECHA POR VOSOTROS O RECORTADA DE UNA REVISTA, PERIÓDICO, INTERNET... 

C) UN OBJETO 

D) UN TEXTO (POEMA, CANCIÓN...) CON EL MISMO TEMA O CON EL TEMA CONTRARIO. (ESTE SEGUNDO TEXTO NO PUEDE SER NINGUNO DE LOS OTROS DE LA LISTA, NINGUNO DE LOS USADOS POR OTROS COMPAÑEROS COMO SEGUNDO TEXTO. TAMPOCO PUEDES ELEGIR OTRO DEL MISMO AUTOR). 

POR SUPUESTO, TODO LO TENDRÉIS QUE EXPLICAR Y DEBE ESTAR EN RELACIÓN CON EL TEMA DEL POEMA ELEGIDO. 

OS RECUERDO QUE ESTE TRABAJO ES INDIVIDUAL Y PERSONAL.  

LÓGICAMENTE, NO PODÉIS UTILIZAR PÁGINAS DE INTERNET NI OTRA OPINIÓN MÁS QUE LAVUESTRA. 

NO DEBÉIS DEJAROS LLEVAR POR LOS DIBUJOS QUE ACOMPAÑAN A LOS POEMAS (SI LOS HAY): NO SIEMPRE TIENEN MUCHO QUE VER CON ELLOS. 

EN CLASE Y A PARTIR DE LA FECHA EN QUE SE EXPLIQUE EN EL AULA EN QUÉ CONSISTE ESTE TRABAJO, ELEGIRÉIS VUESTRO POEMA. SÓLO LOS ALUMNOS QUE TENGAN QUE EXPONER LA PRIMERA SEMANA TIENEN ASEGURADO EL POEMA QUE ELIJAN.

 

 

POEMAS

 

 

1. León Felipe: “VENCIDOS...” 

2. GARCÍA LORCA: “DESEO” 

3. SHAKESPEARE: Los ojos de mi dama brillan mucho menos

4. DÁMASO ALONSO: “INSOMNIO” 

5. GARCÍA LORCA: New York. oficina y denuncia 

6. M. HERNÁNDEZ: Me tiraste un limón, y tan amargo,

7. R. DARÍO: “LO FATAL”

8. BLAS DE OTERO: “HOMBRE” 

9. NERUDA: “POEMA DE AMOR Nº 20”

10. HURTADO DE MENDOZA: “A una dama” 

11. CALDERÓN DE LA BARCA: “A UNAS FLORES”

12. LOPE DE VEGA: De pechos sobre una torre

13. LOPE DE VEGA: Pastor que con tus silbos amorosos 

14. LOPE DE VEGA: A UNA CALAVERA DE MUJER 

15. LOPE DE VEGA: Suelta mi manso, mayoral extraño(1),

16. LOPE DE VEGA: ¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? 

17. GÓNGORA: DE UNA DAMA QUE, QUITÁNDOSE UNA SORTIJA, SE PICÓ CON UN ALFILER 

18. GÓNGORA: Mientras por competir con tu cabello

19. GÓNGORA: A CÓRDOBA

20. QUEVEDO: SALMO XVII 

Miré los muros de la patria mía,

21. QUEVEDO: SONETO 

¡Fue sueño ayer; mañana será tierra!

22. QUEVEDO: SONETO 

Huye sin percibirse, lento, el día, 

23. QUEVEDO: AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE 

24. QUEVEDO: SONETO AMOROSO 

Dejad que a voces diga el bien que pierdo

25. QUEVEDO: No me aflige morir; no he rehusado

26. QUEVEDO: SANGRE EN TU LABIO AL MORDER UN CLAVEL

27. QUEVEDO: CASAMIENTO RIDÍCULO 

Trataron de casar a Dorotea 

28. QUEVEDO  

Yo te untaré mis obras con tocino, 

29. BÉCQUER 

Hoy como ayer, mañana como hoy, 

30. BLAS DE OTERO: Por venir.  

31. ROSALÍA DE CASTRO: Una vez tuve un clavo 

32. GARCILASO DE LA VEGA: SONETO X  

¡Oh dulces prendas por mí mal halladas, 

33. GARCILASO DE LA VEGA: SONETO XXIII 

En tanto que de rosa y d’azucena

34. ANÓNIMO: “Soneto a Cristo crucificado” 

35. FRAY LUIS DE LEÓN: A FRANCISCO SALINAS 

36. SAN JUAN DE LA CRUZ: Un pastorcico solo está penado,

37. MIGUEL HERNÁNDEZ: “ELEGÍA” 

38. CASTILLA (MANUEL MACHADO)

39. RONSARD (Sonetos para Helena) 

Cuando seas muy vieja, de noche, en la hoguera, 

40. MARIO BENEDETTI: YO NO TE PIDO

41 Ángel GONZÁLEZ: Un tonto habla de un tonto 

42. ÁNGEL GONZÁLEZ: GAJES DEL OFICIO

43. ANTONIO MACHADO: A UN OLMO SECO

44. L. CERNUDA: Si el hombre pudiera decir lo que ama

45. LUIS CERNUDA: Despedida

46. PEDRO SALINAS 

Ayer te besé en los labios. 

47. Gabriel Celaya: LA POESIA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO 

48. GABRIEL CELAYA: ESPAÑA EN MARCHA 

49. Ángel González

Vosotras, piedras
50. MARIO BENEDETTI: Hagamos un trato

51. MARIO BENEDETTI: Si Dios fuera una mujer 

52. "Para que yo me llame ...", de Ángel González.

53. Ángel González: "Aborrezco este oficio algunas veces".

54. Poema Madrigal de Félix Grande

55. HOMBRE Y DIOS

56. MIGUEL HERNÁNDEZ (escrito en la cárcel)

Sigo en la sombra, lleno de luz; ¿existe el día?

57. La Inmortalidad. Luis García Montero

58. ÁNGEL GONZÁLEZ.  El campo de batalla

59. BLAS DE OTERO: Lástima

60. GONZALO ROJAS: Carta del suicida


 

1. León Felipe: “VENCIDOS...” 

Por la manchega llanura 

se vuelve a ver la figura 

de Don Quijote pasar. 

Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura, 

y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar, 

va cargado de amargura, 

que allá encontró sepultura 

su amoroso batallar. 

Va cargado de amargura, 

que allá “quedó su ventura” 

en la playa de Barcino, frente aI mar. 

Por la manchega llanura 

se vuelve a ver la figura 

de Don Quijote pasar. 

Va cargado de amargura, 

va, vencido, el caballero de retorno a su lugar. 

¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma Ilanura 

en horas de desaliento así te miro pasar! 

¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura 

y llévame a tu lugar; 

hazme un sitio en tu montura, 

caballero derrotado, 

hazme un sitio en tu montura, 

que yo también voy cargado 

de amargura 

y no puedo batallar! 

Ponme a la grupa contigo, 

cabaIlero del honor, 

ponme a la grupa contigo 

y llévame a ser contigo 

pastor. 

Por la manchega Ilanura 

se vuelve a ver la figura 

de Don Quijote pasar... 

 

2. GARCÍA LORCA: “DESEO” 

Sólo tu corazón caliente, 

y nada más. 

Mi paraíso un campo 

sin ruiseñor 

ni liras 

con un río discreto 

y una fuentecilla. 

Sin la espuela del viento 

sobre la fronda, 

ni la estrella que quiere 

ser hoja. 

Una enorme luz  

que fuera 

luciérnaga 

de otra, 

en un campo de  

miradas rotas. 

Un reposo claro 

y allí nuestros besos 

lunares sonoros 

del eco, 

se abrirían muy lejos. 

Y tu corazón caliente,  

nada más. 

 

 

3. SHAKESPEARE 

Los ojos de mi dama brillan mucho menos

Que el sol; más que sus labios roja es la cereza;

¿la nieve es blanca?: pues sus pechos son morenos;

y si hebras son, son negras las de su cabeza.

Rosas he visto rojas, blancas, escarlatas,

mas tales rosas su mejilla no me enseña;

y hay ciertos perfumes delicias más gratas

que el aliento que se exhala de mi dueña.

Me gusta oírla hablar, y empero, bien conozco

que la música suena más cerca del cielo;

nunca a una diosa he visto andar, lo reconozco;

mi dama, cuando anda, pisa sobre el suelo.

Y sin embargo, a fe, mi amor por tanto cuenta

como otra que con falsos símiles se mienta.

 

 

4. DÁMASO ALONSO: “INSOMNIO” 

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas). 

A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro, 

y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna. 

Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla. 

Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma, 

por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid, 

por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo. 

Dime, iqué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre? 

¿Temes que se te sequen las grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches? 

 

 

5. GARCÍA LORCA: New York. oficina y denuncia 

Debajo de las multiplicaciones 

hay una gota de sangre de pato. 

Debajo de las divisiones 

hay una gota de sangre de marinero. 

Debajo de las sumas, un río de sangre tierna; 

un río que viene cantando 

por los dormitorios de los arrabales, 

y es plata, cemento o brisa 

en el alba mentida de New York. 

Existen las montañas, lo sé. 

Y los anteojos para la sabiduría, 

lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo. 

He venido para ver la turbia sangre, 

la sangre que lleva las máquinas a las cataratas 

y el espíritu a la lengua de la cobra. 

Todos los días se matan en New York 

cuatro millones de patos, 

cinco millones de cerdos, 

dos mil palomas para el gusto de los agonizantes, 

un millón de vacas, 

un millón de corderos 

y dos millones de gallos 

que dejan los cielos hechos añicos. 

Más vale sollozar afilando la navaja 

o asesinar a los perros en las alucinantes cacerías 

que resistir en la madrugada

los interminables trenes de leche,

los interminables trenes de sangre,

y los trenes de rosas maniatadas

por los comerciantes de perfumes.

Los patos y las palomas

y los cerdos y los corderos

ponen sus gotas de sangre

debajo de las multiplicaciones;

y los terribles alaridos de las vacas estrujadas

llenan de dolor el valle

donde el Hudson se emborracha con aceite.

Yo denuncio a toda la gente

que ignora la otra mitad,

la mitad irredimible

que levanta sus montes de cemento

donde laten los corazones

de los animalitos que se olvidan

y donde caeremos todos

en la última fiesta de los taladros.

Os escupo en la cara.

La otra mitad me escucha

devorando, cantando, volando en su pureza

como los niños en las porterías

que llevan frágiles palitos

a los huecos donde se oxidan

las antenas de los insectos.

No es el infierno, es la calle.

No es la muerte, es la tienda de frutas.

Hay un mundo de ríos quebrados y distancias inasibles

en la patita de ese gato quebrada por el automóvil,

y yo oigo el canto de la lombriz

en el corazón de muchas niñas.

óxido, fermento, tierra estremecida.

Tierra tú mismo que nadas por los números de la oficina.

¿Qué voy a hacer, ordenar los paisajes?

¿Ordenar los amores que luego son fotografías,

que luego son pedazos de madera y bocanadas de sangre?

No, no; yo denuncio,

yo denuncio la conjura

de estas desiertas oficinas

que no radian las agonías,

que borran los programas de la selva,

y me ofrezco a ser comido por las vacas estrujadas

cuando sus gritos llenan el valle

donde el Hudson se emborracha con aceite.

 

6. M. HERNÁNDEZ

Me tiraste un limón, y tan amargo,

con una mano cálida, y tan pura,

que no menoscabó su arquitectura

y probé su amargura sin embargo.

Con el golpe amarillo, de un letargo

dulce pasó a una ansiosa calentura

mi sangre, que sintió la mordedura

de una punta de seno duro y largo.

Pero al mirarte y verte la sonrisa

que te produjo el limonado hecho,

a mi voraz malicia tan ajena,

se me durmió la sangre en la camisa,

y se volvió el poroso y áureo pecho

una picuda y deslumbrante pena.

 

7. R. DARÍO: “LO FATAL”

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,

y más la piedra dura, porque ésa ya no siente,

pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,

ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,

y el temor de haber sido, y un futuro terror...

Y el espanto seguro de estar mañana muerto,

y sufrir por la vida, y por la sombra, y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,

y la carne que tienta con sus frescos racimos,

y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos

ni de dónde venimos!...

 

8. BLAS DE OTERO: “HOMBRE”

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,

al borde del abismo, estoy clamando

a Dios. Y su silencio, retumbando,

ahoga mi voz en el vacío inerte.

Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte

despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo

oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando

solo. Arañando sombras para verte.

Alzo la mano, y tú me la cercenas.

Abro los ojos: me los sajas vivos.

Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.

Ser -y no ser- eternos, fugitivos.

¡Ángel con grandes alas de cadenas!

 

9. NERUDA: “POEMA DE AMOR Nº 20”

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,

y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.

La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.

Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.

Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.

La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.

Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.

Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.

Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.

Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.

Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,

mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,

y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

 

 

10. HURTADO DE MENDOZA: “A una dama”

Tu gracia, tu valor, tu hermosura

muestra de todo el cielo retirada,

como cosa que está sobre natura,

ni pudiera ser vista ni pintada.

Pero yo, que en el alma tu figura

tengo, en humana forma abreviada,

tal hice retratarte de pintura

que el amor te dejó en ella estampada.

No por ambición vana o por memoria

tuya, o ya por manifestar mis males;

mas por verte más veces que te veo.

Y por sólo gozar de tanta gloria,

señora, con los ojos corporales,

como con los del alma y del deseo.

 

 

11. CALDERÓN DE LA BARCA: “A UNAS FLORES”

Éstas que fueron pompa y alegría,

despertando al albor de la mañana,

a la tarde serán lástima vana,

durmiendo en brazos de la noche fría.

Este matiz, que al cielo desafía,

iris listado, de oro, nieve y grana,

será escarmiento de la vida humana.

¡Tanto se aprende en término de un día!

A florecer las rosas madrugaron,

y para envejecerse florecieron;

cuna y sepulcro en un botón hallaron.

Tales los hombres su fortuna vieron:

en un día nacieron y expiraron,

que pasados los siglos, horas fueron.

 

 

12. LOPE DE VEGA

De pechos sobre una torre

que la mar combate y cerca

mirando las fuertes naves

que se van a Inglaterra,

las aguas crece Belisa

llorando lágrimas tiernas,

diciendo con voces tristes

al que se aparta y la deja:

–Vete, cruel, que bien me queda

en quien vengarme de tu agravio pueda.

No quedo con solo el hierro

de tu espada y de mi afrenta,

que me queda en las entrañas

retrato del mismo Eneas,

y aunque inocente, culpado,

si los pecados se heredan;

mataréme por matarle

y moriré porque muera.

–Vete, cruel, que bien me queda

en quien vengarme de tu agravio pueda;

Mas quiero mudar de intento

y aguardar que salga fuera,

por si en algo te parece,

matar a quien te parezca.

Mas no le quiero aguardar,

que será víbora fiera,

que rompiendo mis entrañas,

saldrá dejándome muerta.

–Vete, cruel, que bien me queda

en quien vengarme de tu agravio pueda

 

Así se queja Belisa

cuando la priesa se llega;

hacen señal a las naves

y todas alzan las velas.

–Aguarda, aguarda –le dice–,

fugitivo esposo, espera. . .

Mas ¡ay! en balde te llamo;

¡plegue a Dios que nunca vuelvas!

–Vete, cruel, que bien me queda

en quien vengarme de tu agravio pueda.

 

 

13. LOPE DE VEGA

Pastor que con tus silbos amorosos

me despertaste del profundo sueño,

tú que hiciste cayado de ese leño

en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos

pues te confieso por mi amor y dueño

y la palabra de seguirte empeño

tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres,

no te espante el rigor de mis pecados,

pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados...

Pero ¿cómo te digo que me esperes,

si estás para esperar los pies clavados?

 

 

 

14. LOPE DE VEGA: A UNA CALAVERA DE MUJER

Esta cabeza, cuando viva, tuvo

sobre la arquitectura de estos huesos

carne y cabellos, por quien fueron presos

los ojos que mirándola detuvo.

Aquí la rosa de la boca estuvo,

marchita ya con tan helados besos;

aquí los ojos, de esmeralda impresos,

color que tantas almas entretuvo;

aquí la estimativa, en quien tenía

el principio de todo movimiento;

aquí de las potencias la armonía.

¡Oh hermosura moral cometa al viento!

Donde tan alta presunción vivía

desprecian los gusanos aposento.

 

 

15. LOPE DE VEGA

Suelta mi manso, mayoral extraño(1),

pues otro tienes de tu igual decoro;

deja la prenda que en el alma adoro

perdida por tu bien y por mi daño.

Ponle su esquila de labrado estaño

y no le engañen tus collares de oro;

toma en albricias este blanco toro

que a las primeras yerbas cumple un año.

Si pides señas, tiene el vellocino

pardo, encrespado, y los ojuelos tiene

como durmiendo en regalado sueño.

Si piensas que no soy su dueño, Alcino,

suelta y verásle si a mi choza viene,

que aun tienen sal las manos de su dueño.

 

 

16. LOPE DE VEGA.

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?

¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,

que a mi puerta cubierto de rocío

pasas las noches del invierno escuras?

¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,

pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,

si de mi ingratitud el hielo frío

secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el Ángel me decía:

«Alma, asómate agora a la ventana,

verás con cuánto amor llamar porfia»!

¡Y cuántas, hermosuras soberana,

«Mañana le abriremos», respondía,

para lo mismo responder mañana!

 

 

17. GÓNGORA: DE UNA DAMA QUE, QUITÁNDOSE UNA SORTIJA, SE PICÓ CON UN ALFILER

Prisión del nácar era articulado

de mi firmeza un émulo luciente,

un dïamante, ingeniosamente

en oro también él aprisionado.

Clori, pues, que su dedo apremïado

de metal aun precioso no consiente,

gallarda un día. sobre impacïente,

le redimió del vínculo dorado.

Mas ay, que insidïoso latón breve

en los cristales de su bella mano

sacrílego divina sangre bebe:

púrpura ilustró menos indïano

marfil; invidïosa, sobre nieve

claveles deshojó la Aurora en vano.

         

 

18. GÓNGORA

Mientras por competir con tu cabello

oro bruñido al sol relumbra en vano;

mientras con menosprecio en medio el llano

mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,

siguen más ojos que al clavel temprano,

y mientras triunfa con desdén lozano

del luciente cristal tu gentil cuello,

goza cuello,.cabello, labio y frente,

antes que lo que fue en tu edad dorada

oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o víola truncada

se vuelva, mas tú y ello juntamente

en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

  

 

19. GÓNGORA: A CÓRDOBA

¡Oh excelso muro, oh torres coronadas

de honor, de majestad, de gallardía!

¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,

de arenas nobles, ya que no doradas!

¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,

que privilegia el cielo y dora el día!

¡Oh siempre gloriosa patria mía,

tanto por plumas cuanto por espadas!

Si entre aquellas rüinas y despojos

que enriquece Genil y Darro baña

tu memoria no fue alimento mío,

nunca merezcan mis ausentes ojos

ver tu muro, tus torres y tu río,

tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!

 

 

 

20. QUEVEDO: SALMO XVII

Miré los muros de la patria mía,

si un tiempo fuertes, ya desmoronados,

de la carrera de la edad cansados,

por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo: vi que el sol bebía

los arroyos del yelo desatados,

y del monte quejosos los ganados,

que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa; vi que, amancillada,

de anciana habitación era despojos;

mi báculo, más corvo y menos fuerte;

vencida de la edad sentí mi espada.

Y no hallé cosa en que poner los ojos

que no fuese recuerdo de la muerte.

 

 

21. QUEVEDO: SONETO

¡Fue sueño ayer; mañana será tierra!

¡Poco antes, nada; y poco después, humo!

¡Y destino ambiciones, y presumo

apenas punto al cerco que me cierra!

Breve combate de importuna guerra,

en mi defensa, soy peligro sumo;

y mientras con mis armas me consumo,

menos me hospeda el cuerpo, que me entierra.

Ya no es ayer; mañana no ha llegado;

hoy pasa, y es, y fue, con movimiento

que a la muerte me lleva despeñado.

Azadas son la hora y el momento

que, a jornal de mi pena y mi cuidado,

cavan en mi vivir mi monumento.

 

 

 

22. QUEVEDO: SONETO

 

Huye sin percibirse, lento, el día,

y la hora secreta y recatada

con silencio se acerca, y, despreciada,

lleva tras sí la edad lozana mía.

La vida nueva, que en niñez ardía,

la juventud robusta y engañada,

en el postrer invierno sepultada,

yace entre negra sombra y nieve fría.

No sentí resbalar, mudos, los años;

hoy los lloro pasados, y los veo

riendo de mis lágrimas y daños.

Mi penitencia deba a mi deseo,

pues me deben la vida mis engaños,

y espero el mal que paso, y no le creo.

 

 

23. QUEVEDO: AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

 

Cerrar podrá mis ojos la postrera

sombra que me llevare el blanco día,

y podrá desatar esta alma mía

hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no, de esotra parte, en la ribera,

dejará la memoria, en donde ardía:

nadar sabe mi llama la agua fría,

y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,

venas que humor a tanto fuego han dado,

medulas que han gloriosamente ardido

su cuerpo dejará, no su cuidado;

serán ceniza, mas tendrá sentido;

polvo serán, mas polvo enamorado.

 

 

24. QUEVEDO: SONETO AMOROSO

 

Dejad que a voces diga el bien que pierdo,

si con mi llanto a lástima os provoco;

y permitidme hacer cosas de loco:

que parezco muy mal amante y cuerdo.

La red que rompo y la prisión que muerdo

y el tirano rigor que adoro y toco,

para mostrar mi pena son muy poco,

si por mi mal de lo que fui me acuerdo.

Óiganme todos: consentid siquiera

que, harto de esperar y de quejarme,

pues sin premio viví, sin juicio muera.

De gritar solamente quiero hartarme.

Sepa de mí, a lo menos, esta fiera

que he podido morir, y no mudarme.

 

 

25. QUEVEDO

No me aflige morir; no he rehusado

acabar de vivir, ni he pretendido

alargar esta muerte que ha nacido

a un tiempo con la vida y el cuidado.

Siento haber de dejar deshabitado

cuerpo que amante espíritu ha ceñido;

desierto un corazón siempre encendido,

donde todo el Amor reinó hospedado.

Señas me da mi ardor de fuego eterno,

y de tan larga y congojosa historia

sólo será escritor mi llanto tierno.

Lisi, estáme diciendo la memoria

que, pues tu gloria la padezco infierno,

que llame al padecer tormentos, gloria.

 

 

26. QUEVEDO:. SANGRE EN TU LABIO AL MORDER UN CLAVEL

 

Bastábale al clavel verse vencido

del labio en que se vio (cuando, esforzado

con su propia vergüenza, lo encarnado

a tu rubí se vio más parecido),

sin que, en tu boca hermosa, dividido

fuese de blancas perlas granizado,

pues tu enojo, con él equivocado,

el labio por clavel dejó mordido;

si no cuidado de la sangre fuese,

para que, a presumir de tiria grana,

de tu púrpura líquida aprendiese.

Sangre vertió tu boca soberana,

porque, roja victoria, amaneciese

llanto al clavel y risa a la mañana.

 

 

27. QUEVEDO: CASAMIENTO RIDÍCULO


Trataron de casar a Dorotea

los vecinos con Jorge el extranjero,

de mosca en masa gran sepulturero,

y el que mejor pasteles aporrea.

Ella es verdad que es vieja, pero fea;

docta en endurecer pelo y sombrero;

faltó el ajuar, y no sobró dinero,

mas trújole tres dientes de librea.

Porque Jorge después no se alborote

y tabique ventanas y desvanes,

hecho tiesto de cuernos el cogote,

con un guante, dos moños, tres refranes

y seis libras de zarza, llevó en dote

tres hijas, una suegra y dos galanes.

 

 

28. QUEVEDO

 

Yo te untaré mis obras con tocino,

porque no me las muerdas, Gongorilla,

perro de los ingenios de Castilla,

docto en pullas, cual mozo de camino.

Apenas hombre, sacerdote indino,

que aprendiste sin christus la cartilla;

chocarrero de Córdoba y Sevilla,

y, en la Corte, bufón a lo divino.

¿Por qué censuras tú la lengua griega

siendo sólo rabí de la judía,

cosa que tu nariz aun no lo niega?

No escribas versos más, por vida mía;

aunque aquesto de escribas se te pega,

por tener de sayón la rebeldía.

 

29. BÉCQUER

 

Hoy como ayer, mañana como hoy,

¡y siempre igual!

un cielo gris, un horizonte eterno,

¡y andar... andar!

Moviéndose a compás, como una estúpida

máquina, el corazón;

la torpe inteligencia del cerebro

dormida en un rincón.

El alma, que ambiciona un paraíso,

buscándolo sin fe;

fatiga sin objeto, ola que rueda

ignorando por qué.

Voz que incesante con el mismo tono

canta el mismo cantar,

gota de agua monótona que cae,

y cae sin cesar,

Así van deslizándose los días

unos de otros en pos,

hoy lo mismo que ayer, probablemente

mañana como hoy.

¡Ay! A veces me acuerdo suspirando

del antiguo sufrir...

Amargo es el dolor: pero siquiera

¡padecer es vivir!

 

30. Por venir. BLAS DE OTERO



Madre y madrastra mía,
España miserable
y hermosa. Si repaso
con los ojos tu ayer, salta la sangre
fratricida, el desdén,
idiota ante la ciencia,
el progreso.
Silencio,
laderas de la sierra
Aitana,
rumor del Duero rodeándome,
márgenes lentas del Carrión,
bella y doliente patria.
Mis años
por ti fueron quemándose, mi incierta
adolescencia, mi grave juventud,
la madurez andante de mis horas,
toda
mi vida o muerte en ti derramada
a fin de que tus días
por venir
rasguen la sombra que abatió tu rostro.

 

 

31. ROSALÍA DE CASTRO

 

Una vez tuve un clavo

clavado en el corazón,

y yo no me acuerdo ya si era aquel clavo

de oro, de hierro o de amor.

iSólo sé que me produjo un mal tan hondo,

que tanto me atormentó,

que yo día y noche sin cesar lloraba

como lloró Magdalena en la Pasión.

"Señor que todo lo puedes

–le pedí una vez a Dios–

dame valor para arrancar de un golpe

clavo de tal condición. "

Y diómelo Dios y me lo arranqué,

pero... ¿quién lo pensara?... Después

ya no sentí más tormentos

ni supe lo que era dolor;

supe tan sólo que no sé qué me faltaba

en donde el clavo faltó,

y me parece..., me parece que tuve añoranza

de aquella pena... ¡Buen Dios!

Este barro mortal que envuelve el espíritu,

¡quién lo entenderá, Señor!

 

 

32. GARCILASO DE LA VEGA: SONETO X

 

¡Oh dulces prendas por mí mal halladas,

dulces y alegres cuando Dios quería,

juntas estáis en la memoria mía

y con ella en mi muerte conjuradas!

¿Quién me dijera, cuando las pasadas

horas qu’en tanto bien por vos me vía,

que me habíades de ser en algún día

con tan grave dolor representadas?

Pues en una hora junto me llevastes

todo el bien que por términos me distes,

llévame junto el mal que me dejastes;

si no, sospecharé que me pusistes

en tantos bienes porque deseastes

verme morir entre memorias tristes.

 

 

33. GARCILASO DE LA VEGA: SONETO XXIII

 

 

En tanto que de rosa y d’azucena

se muestra la color en vuestro gesto,

y que vuestro mirar ardiente, honesto,

con clara luz la tempestad serena;

y en tanto que’l cabello, que’n la vena

del oro s’escogió, con vuelo presto

por el hermoso cuello blanco, enhiesto,

el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera

el dulce fruto antes que’l tiempo airado

cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,

todo lo mudará la edad ligera

por no hacer mudanza en su costumbre.

 

 

34. ANÓNIMO: “Soneto a Cristo crucificado”

 

No me mueve, mi Dios, para quererte

el cielo que me tienes prometido;

ni me mueve el infierno tan temido

para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor; muéveme el verte

clavado en una cruz y escarnecido;

muéveme ver tu cuerpo tan herido;

muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,

que aunque no hubiera cielo, yo te amara,

y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No tienes que me dar porque te quiera;

pues aunque cuanto espere no esperara,

lo mismo que te quiero te quisiera.

 

 

35. FRAY LUIS DE LEÓN: A FRANCISCO SALINAS


El aire se serena

y viste de hermosura y luz no usada,

Salinas, cuando suena

la música extremada,

por vuestra sabia mano gobernada.

A cuyo son divino

el alma, que en olvido está sumida,

torna a cobrar el tino

y memoria perdida,

de su origen primera esclarecida.

Y como se conoce,

en suerte y pensamientos se mejora;

el oro desconoce

que el vulgo vil adora,

la belleza caduca, engañadora.

Traspasa el aire todo

hasta llegar a la más alta esfera,

y oye allí otro modo

de no perecedera

música, que es de todas la primera.

Ve cómo el gran maestro,

a aquesta inmensa cítara aplicado,

con movimiento diestro

produce el son sagrado

con que este eterno templo es sustentado.

Y como está compuesta

de números concordes, luego envía

consonante respuesta;

y entrambas a porfía

mezclan una dulcísima armonía.

Aquí el alma navega

por un mar de dulzura, y, finalmente,

en él ansí se anega,

que ningún accidente

extraño o peregrino oye o siente.

¡Oh, desmayo dichoso!

¡Oh, muerte que das vida! ¡Oh, dulce olvido!

¡Durase en tu reposo

sin ser restituido

jamás a aqueste bajo y vil sentido!

A aqueste bien os llamo,

gloria del apolíneo sacro coro,

amigos a quien amo

sobre todo tesoro;

que todo lo demás es triste lloro.

¡Oh!, suene de contino,

Salinas, vuestro son en mis oídos,

por quien al bien divino

despiertan los sentidos,

quedando a los demás amortecidos.

 

 

36. SAN JUAN DE LA CRUZ


Un pastorcico solo está penado,

ajeno de placer y de contento,

y en su pastora puesto el pensamiento,

y el pecho del amor muy lastimado.

No llora por haberle amor llagado,

que no le pena verse así afligido,

aunque en el corazón está herido;

mas llora por pensar que está olvidado.

Que sólo de pensar que está olvidado

de su bella pastora, con gran pena

se deja maltratar en tierra ajena,

el pecho del amor muy lastimado.

Y dice el pastorcito: ¡Ay, desdichado

de aquel que de mi amor ha hecho ausencia

y no quiere gozar la mi presencia,

y el pecho por su amor muy lastimado!

Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado

sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos,

y muerto se ha quedado asido dellos,

el pecho del amor muy lastimado.

 


37. MIGUEL HERNÁNDEZ: “ELEGÍA”


(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería)

Yo quiero ser llorando el hortelano

de la tierra que ocupas y estercolas,

compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas

y órganos mi dolor sin instrumento,

a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.

Tanto dolor se agrupa en mi costado,

que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,

un hachazo invisible y homicida,

un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,

lloro mi desventura y sus conjuntos

y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,

y sin calor de nadie y sin consuelo

voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,

temprano madrugó la madrugada,

temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,

no perdono a la vida desatenta,

no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta

de piedras, rayos y hachas estridentes

sedienta de catástrofes y hambrienta

Quiero escarbar la tierra con los dientes,

quiero apartar la tierra parte a parte

a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte

y besarte la noble calavera

y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera;

por los altos andamios de las flores

pajareará mi alma colmenera

de angelicales ceras y labores.

Volverás al arrullo de las rejas

de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,

y tu sangre se irán a cada lado

disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,

llama a un campo de almendras espumosas

mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas

del almendro de nata te requiero,

que tenemos que hablar de muchas cosas,

compañero del alma, compañero.

(10 de enero de 1936)

 

 

38. CASTILLA (MANUEL MACHADO)

El ciego sol se estrella

en las duras aristas de las armas,

llaga de luz los petos y espaldares

y flamea en las puntas de las lanzas.

El ciego sol, la sed y la fatiga.

Por la terrible estepa castellana,

al destierro, con doce de los suyos

-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.

Cerrado está el mesón a piedra y lodo...

Nadie responde. Al pomo de la espada

y al cuento de las picas, el postigo

va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!

A los terribles golpes,

de eco ronco, una voz pura, de plata

y de cristal responde... Hay una niña

muy débil y muy blanca

en el umbral. Es toda

ojos azules; y en los ojos, lágrimas.

Oro pálido nimba

su carita curiosa y asustada.

-¡Buen Cid! Pasad... El rey nos dará muerte,

arruinará la casa

y sembrará de sal el pobre campo

que mi padre trabaja.

Idos. El Cielo os colme de venturas...

En nuestro mal, ¡oh Cid!, no ganáis nada.

Calla la niña y llora sin gemido...

Un sollozo infantil cruza la escuadra

de feroces guerreros,

y una voz inflexible grita: «¡En marcha!»

El ciego sol, la sed y la fatiga.

Por la terrible estepa castellana,

al destierro, con doce de los suyos,

-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.

 

 

39. RONSARD (Sonetos para Helena)


Cuando seas muy vieja, de noche, en la hoguera,

Sentada junto al fuego, hilando y cosiendo,

Al cantar mis versos te maravillarás di­ciendo:

"¡Ronsard siempre cantaba lo hermosa que yo era!"

Entonces, no tendrás criada que al oír noticia tal,

En la labor a medias bostezando,

Que al nombre de Ronsard no se vaya desper­tando,

Y bendiga tu nombre con elogio inmortal.

Fantasma sin huesos, yo estaré bajo tierra,

Mientras bajo las sombras yo esté descan­sando:

Y tú serás junto al hogar una vieja acurru­cada,

Que lamente mi amor y tu fiero des­dén.

Vive, si me crees, el mañana no esperando:

Disfruta desde hoy las rosas que te den.

 

 

40. MARIO BENEDETTI: YO NO TE PIDO


Yo no te pido que me bajes

una estrella azul

solo te pido que mi espacio

llenes con tu luz.

Yo no te pido que me firmes

diez papeles grises para amar

sólo te pido que tu quieras

las palomas que suelo mirar.

De lo pasado no lo voy a negar

el futuro algún día llegara

y del presente

que le importa a la gente

Sigue llenando este minuto

de razones para respirar

no me complazcas no te niegues

no hables por hablar.

Yo no te pido que me bajes

una estrella azul

solo te pido que mi espacio

llenes con tu luz.

 

 

41 Ángel GONZÁLEZ


Un tonto habla de un tonto

(ambos ilustres).

Se jalea el discurso.

Cientos, miles de tontos,

lo escuchan asombrados, reverentes.

Creen que son tontos

porque no entienden nada.

(Lo son por otras causas;

ahí no hay nada que entender).

Y disimulan:

¡Qué hermoso es el vestido

de nuestro emperador!,

dicen ufanos.

Y nuestro emperador los saludaba

con la misma ufanía,

adiposo y lampiño,

orondo, circunciso, varicoso.

 


42. ÁNGEL GONZÁLEZ: GAJES DEL OFICIO

Era un hombre que, por su profesión,

cuando cometía errores eran siempre de bulto.

Me estoy refiriendo a un maletero -o porteur, eso depende

de la situación del sujeto respecto a la cordillera pirenaica-

quien, atendiendo por uno u otro nombre,

acababa deslomado cada día

de tanto descargar y cargar trenes.

Yo también cometo errores de bulto:

voy a abrazar tu cuerpo y me abraso en el aire,

voy a pedir tequila y pronuncio te quiero,

voy a aspirar la brisa y estás en mi garganta.

Así, acabo descorazonado cada noche

de tanto acarrear mi amor por todas partes:

un amor que no sé dónde dejar

cuando llega la tarde y tú no estás conmigo.

 


43. ANTONIO MACHADO: A UN OLMO SECO

 

Al olmo viejo, hendido por el rayo

y en su mitad podrido,

con las lluvias de abril y el sol de mayo,

algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina

que lame el Duero! Un musgo amarillento

le mancha la corteza blanquecina

al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores

que guardan el camino y la ribera,

habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera

va trepando por él, y en sus entrañas

urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,

con su hacha el leñador, y el carpintero

te convierta en melena de campana,

lanza de carro o yugo de carreta;

antes que rojo en el hogar, mañana,

ardas de alguna mísera caseta,

al borde de un camino;

antes que te descuaje un torbellino

y tronche el soplo de las sierras blancas;

antes que el río hasta la mar te empuje

por valles y barrancas,

olmo, quiero anotar en mi cartera

la gracia de tu rama verdecida.

Mi corazón espera

también, hacia la luz y hacia la vida,

otro milagro de la primavera.

 

44. L. CERNUDA: Si el hombre pudiera decir lo que ama

 

 Si el hombre pudiera decir lo que ama,

si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo

como una nube en la luz;

si como muros que se derrumban,

para saludar la verdad erguida en medio,

pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor,

la verdad de sí mismo,

que no se llama gloria, fortuna o ambición,

sino amor o deseo,

yo sería aquel que imaginaba;

aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos

proclama ante los hombres la verdad ignorada,

la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien

cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;

alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,

por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,

y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu

como leños perdidos que el mar anega o levanta

libremente, con la libertad del amor,

la única libertad que me exalta,

la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:

Si no te conozco, no he vivido;

si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

 

 

45. LUIS CERNUDA: Despedida


Muchachos

Que nunca fuisteis compañeros de mi vida,

Adiós.

Muchachos

Que no seréis nunca compañeros de mi vida,

Adiós.

El tiempo de una vida nos separa

Infranqueable:

A un lado la juventud libre y risueña;

A otro la vejez humillante e inhóspita.

De joven no sabía

Ver la hermosura, codiciarla, poseerla;

De viejo la he aprendido

Y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente

Mano de viejo mancha

El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.

Con solitaria dignidad el viejo debe

Pasar de largo junto a la tentación tardía.

Frescos y codiciables son los labios besados,

Labios nunca besados más codiciables y frescos aparecen.

¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio?

Bien lo sé: no lo hay.

Qué dulce hubiera sido

En vuestra compañía vivir un tiempo:

Bañarse juntos en aguas de una playa caliente,

Compartir bebida y alimento en una mesa,

Sonreír, conversar, pasearse

Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música.

Seguid, seguid así, tan descuidadamente,

Atrayendo al amor, atrayendo al deseo.

No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra y vuestra gracia abren

En este transeúnte inmune en apariencia a ellas.

Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires.

Que yo pronto he de irme, confiado,

Adonde, anudado el roto hilo, diga y haga

Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer aquí no supe.

Adiós, adiós, compañeros imposibles.

Que ya tan sólo aprendo

A morir, deseando

Veros de nuevo, hermosos igualmente

En alguna otra vida.

 

 

 

46. PEDRO SALINAS


Ayer te besé en los labios.

Te besé en los labios. Densos,

Rojos. Fue un beso tan corto

Que duró más que un relámpago,

Que un milagro, más.

El tiempo

Después de dártelo

No lo quise para nada

Ya, para nada

Lo había querido antes.

Se empezó, se acabó en él.

Hoy estoy besando un beso;

Estoy solo con mis labios.

Los pongo no en tu boca, no, ya no

-¿adónde se me ha escapado?-.

Los pongo

En el beso que te di

Ayer, en las bocas juntas

Del beso que se besaron.

Y dura este beso más

Que el silencio, que la luz.

Porque ya no es una carne

Ni una boca lo que beso,

Que se escapa, que me huye.

No.

Te estoy besando más lejos.

 

 

47. Gabriel Celaya: LA POESIA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO

 

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades:

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quienes somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica, qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: Poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: Lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.

 

 

48. GABRIEL CELAYA: ESPAÑA EN MARCHA

 

Nosotros somos quien somos. ¡Basta de Historia y de cuentos!
¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos.

No vivimos del pasado, ni damos cuerda al recuerdo.
Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.

Somos el ser que se crece. Somos un río derecho.
Somos el golpe temible de un corazón no resuelto.

Somos bárbaros, sencillos. Somos a muerte lo ibero
que aún nunca logró mostrarse puro, entero y verdadero.

De cuanto fue nos nutrimos, transformándonos crecemos
y así somos quienes somos golpe a golpe y muerto a muerto.

¡A la calle!, que ya es hora de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.

No reniego de mi origen, pero digo que seremos
mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo.

Españoles con futuro y españoles que, por serlo,
aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.

Recuerdo nuestros errores con mala saña y buen viento.
Ira y luz, padre de España, vuelvo a arrancarte del sueño.

Vuelvo a decirte quién eres. Vuelvo a pensarte, suspenso.
Vuelvo a luchar como importa y a empezar por lo que empiezo.

No quiero justificarte como haría un leguleyo.
Quisiera ser un poeta y escribir tu primer verso.

España mía, combate que atormentas mis adentros,
para salvarme y salvarte, con amor te deletreo.

 

 

49. Ángel González

 

Vosotras, piedras
violentamente deformadas,
rotas
por el golpe preciso del cincel,
exhibiréis aún durante siglos
el último perfil que os dejaron:
senos inconmovibles a un suspiro,
firmes
piernas que desconocen la fatiga,
músculos
tensos
en su esfuerzo inútil,
cabelleras que el viento
no despeina,
ojos abiertos que la luz rechazan.
Pero
vuestra arrogancia
inmóvil, vuestra fría
belleza,
la desdeñosa fe del inmutable
gesto, acabarán
un día.
El tiempo es más tenaz.
La tierra espera
por vosotras también.
En ella caeréis por vuestro peso,
seréis,
si no cenizas,
ruinas,
polvo, y vuestra
soñada eternidad será la nada.
Hacia la piedra regresaréis piedra,
indiferente mineral, hundido
escombro,
después de haber vivido el duro, ilustre,
solemne, victorioso, ecuestre sueño
de una gloria erigida a la memoria
de algo también disperso en el olvido.

 

 

50. MARIO BENEDETTI: Hagamos un trato

 

Compañera,

usted sabe

que puede contar conmigo,

no hasta dos ni hasta diez

sino contar conmigo.

Si algunas veces

advierte

que la miro a los ojos,

y una veta de amor

reconoce en los míos,

no alerte sus fusiles

ni piense que deliro;

a pesar de la veta,

o tal vez porque existe,

usted puede contar

conmigo.

Si otras veces

me encuentra

huraño sin motivo,

no piense que es flojera

igual puede contar conmigo.

Pero hagamos un trato:

yo quisiera contar con usted,

es tan lindo

saber que usted existe,

uno se siente vivo;

y cuando digo esto

quiero decir contar

aunque sea hasta dos,

aunque sea hasta cinco.

No ya para que acuda

presurosa en mi auxilio,

sino para saber

a ciencia cierta

que usted sabe que puede

contar conmigo.

 

 

51. MARIO BENEDETTI: Si Dios fuera una mujer

 

¿Y si Dios fuera mujer?

pregunta Juan sin inmutarse,

vaya, vaya si Dios fuera mujer

es posible que agnósticos y ateos

no dijéramos no con la cabeza

y dijéramos sí con las entrañas.

Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez

para besar sus pies no de bronce,

su pubis no de piedra,

sus pechos no de mármol,

sus labios no de yeso.

Si Dios fuera mujer la abrazaríamos

para arrancarla de su lontananza

y no habría que jurar

hasta que la muerte nos separe

ya que sería inmortal por antonomasia

y en vez de transmitirnos SIDA o pánico

nos contagiaría su inmortalidad.

Si Dios fuera mujer no se instalaría

lejana en el reino de los cielos,

sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno,

con sus brazos no cerrados,

su rosa no de plástico

y su amor no de ángeles.

Ay Dios mío, Dios mío

si hasta siempre y desde siempre

fueras una mujer

qué lindo escándalo sería,

qué venturosa, espléndida, imposible,

prodigiosa blasfemia.

 

 

52. "Para que yo me llame ...", de Ángel González.


Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:

hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.

Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.

De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,

yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:

un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...

 

 

53. Ángel González: "Aborrezco este oficio algunas veces".

 

Aborrezco este oficio algunas veces:
espía de palabras, busco,
busco
el término huidizo,
la expresión inestable
que signifique, exacta, lo que eres.

Inmóvil en la nada , al margen
de la vida ( hundido
en un denso silencio sólo roto
por el batir oscuro de mi sangre),
busco,
busco aquellas palabras
que no existen
- quizá sirvan: delicia de tu cuello....-,
que te acosan y mueren sin rozarte,
cuando lo que quisiera
es llegar a tu cuello
con mi boca
-... o acaso: increíble sonrisa que he besado -,
subir hasta tu boca
con mis labios ,
sujetar con mis manos tu cabeza
y ver
allá en el fondo de tus ojos ,
instantes antes de cerrar los míos,
paz verde y luz dormida,
claras sombras
-tal vez
fuera mejor decir : humo en la tarde ,
borrosa música que llueve del otoño ,
niebla que cae despacio sobre un valle -
avanzando hacia mí,
girando
penetrándome
hasta anegar mi pecho y levantar
mi corazón salvado, ileso, en vilo
sobre la leve espuma de la dicha.

 

 54. Poema Madrigal de Félix Grande

Palabra, dulce y triste persona pequeñita,
dulce y triste querida vieja, yo te acaricio,
anciano como tú, con la lengua marchita,
y con vejez y amor aclamo nuestro vicio.

Palabra, me acompañas, me das la mano, eres
maroma en la cintura cada vez que me hundo;
cuando te llamo veo que vienes, que me quieres,
que intentas construirme un mundo en este mundo.

Hormiguita, me sirvo de ti para vivir;
sin ti, mi vida yo no sé lo que sería,
algo como un sonido que no se puede oír
o una caja de fósforos requemada y vacía.

Eres una cerilla para mí, como ésa
que enciendo por la noche y con la luz que vierte
alcanzo a ir a la cama viendo un poco, como ésa;
sin ti, sería tan duro llegar hasta la muerte.

Pero te tengo, y cruzo contigo el dormitorio
desde la puerta niña hasta la cama anciana;
y, así, tiene algo de pálpito mi puro velatorio
y mi noche algo tiene de tarde y de mañana.

Gracias sean para ti, gracias sean, mi hormiga,
ahora que a la mitad de la alcoba va el río.
Después, el mar; tú y yo ahogando la fatiga,
alcanzando abrazados la fama del vacío.

 

 

55. HOMBRE Y DIOS

 

Hombre es amor. Hombre es un haz, un centro
donde se anuda el mundo. Si Hombre falla
otra vez el vacío y la batalla
del primer caos y el Dios que grita «¡Entro!»

Hombre es amor, y Dios habita dentro
de ese pecho y profundo, en él se acalla;
con esos ojos fisga, tras la valla,
su creación, atónitos de encuentro.

Amor-Hombre, total rijo sistema
yo (mi Universo). ¡Oh Dios, no me aniquiles
tú, flor inmensa que en mi insomnio creces!

Yo soy tu centro para ti, tu tema
de hondo rumiar, tu estancia y tus pensiles.
Si me deshago, tú desapareces.

 

56. MIGUEL HERNÁNDEZ (escrito en la cárcel)

 

Sigo en la sombra, lleno de luz; ¿existe el día?
¿Esto es mi tumba o es mi bóveda materna?
Pasa el latido contra mi piel como una fría
losa que germinara caliente, roja, tierna.

Es posible que no haya nacido todavía,
o que haya muerto siempre. La sombra me gobierna.
Si esto es vivir, morir no sé yo qué sería,
ni sé lo que persigo con ansia tan eterna.

Encadenado a un traje, parece que persigo
desnudarme, librarme de aquello que no puede
ser yo y hace turbia y ausente la mirada.

Pero la tela negra, distante, va conmigo
sombra con sombra, contra la sombra hasta que ruede
a la desnuda vida creciente de la nada.

 

 

57. La Inmortalidad. Luis García Montero

 

Nunca he tenido dioses
y tampoco sentí la despiadada
voluntad de los héroes.
Durante mucho tiempo estuvo libre
la silla de mi juez
y no esperé juicio en el que rendir cuentas a mis días.

Decidido a vivir, busqué la sombra
capaz de recogerme en los veranos
y la hoguera dispuesta
a llevarse el invierno por delante.
Pasé noches de guardia y de silencio,
no tuve prisa,
dejé cruzar la rueda de los años.
estaba convencido
de que existir no tiene trascendencia,
porque la luz es siempre fugitiva
sobre la oscuridad,
un resplandor en medio del vacío.

Y de pronto en el bosque se encendieron los árboles
de las miradas insistentes,
el mar tuvo labios de arena
igual que las palabras dichas en un rincón,
el viento abrió sus manos
y los hoteles sus habitaciones.
Parecía la tierra más desnuda,
porque la noche fue,
como el vacío,
un resplandor oscuro en medio de la luz.

Entonces comprendí que la inmortalidad
puede cobrarse por adelantado.
Una inmortalidad que no reside
en plazas con estatua,
en nubes religiosas
o en la plastificada vanidad literaria,
llena de halagos homicidas
y murmullos de cóctel.
Es otra mi razón. Que no me lea
quien no haya visto nunca conmoverse la tierra
en medio de un abrazo.

La copa de cristal
que pusiste al revés sobre la mesa,
guarda un tiempo de oro detenido.
Me basta con la vida para justificarme.
Y cuando me convoquen a declarar mis actos,
aunque sólo me escuche una silla vacía,
será firme mi voz.

No por lo que la muerte me prometa,
sino por todo aquello que no podrá quitarme.

Luis García Montero. Completamente Viernes

 

 

58. ÁNGEL GONZÁLEZ: El campo de batalla


 Hoy voy a describir el campo
de batalla
tal como yo lo vi, una vez decidida
la suerte de los hombres que lucharon
muchos hasta morir,
otros
hasta seguir viviendo todavía.

No hubo elección:
murió quien pudo,
quien no pudo morir continuó andando,
los árboles nevaban lentos frutos,
era verano, invierno, todo un año
o más quizá: era la vida
entera
aquel enorme día de combate.

Por el oeste el viento traía sangre,
por el este la tierra era ceniza,
el norte entero estaba
bloqueado
por alambradas secas y por gritos,
y únicamente el sur,
tan sólo
el sur,
se ofrecía ancho y libre a nuestros ojos.

Pero el sur no existía:
ni agua, ni luz, ni sombra, ni ceniza
llenaban su oquedad, su hondo vacío:
el sur era un enorme precipicio,
un abismo sin fin de donde,
lentos,
los poderosos buitres ascendían.

Nadie escuchó la voz del capitán
porque tampoco el capitán hablaba.
Nadie enterró a los muertos.
Nadie dijo:
«dale a mi novia esto si la encuentras
un día».

Tan sólo alguien remató a un caballo
que, con el vientre abierto,
agonizante,
llenaba con su espanto el aire en sombra:
el aire que la noche amenazaba.

Quietos, pegados a la dura
tierra,
cogidos entre el pánico y la nada,
los hombres esperaban el momento
último,
sin oponerse ya,
sin rebeldía.

Algunos se murieron,
como dije,
y los demás, tendidos, derribados,
pegados a la tierra en paz al fin,
esperan
ya no sé qué
-quizá que alguien les diga:
«amigos, podéis iros, el combate...»

Entre tanto,
es verano otra vez,
y crece el trigo
en el que fue ancho campo de batalla.

 

59. Lástima. BLAS DE OTERO

Me haces daño, Señor. Quita tu mano
de encima. Déjame con mi vacío,
déjame. Para abismo, con el mío
tengo bastante. ¡Oh Dios!, si eres humano,

compadécete ya, quita esa mano
de encima. No me sirve. Me da frío
y miedo. Si eres Dios, yo soy tan mío
como tú. Y a soberbio, yo te gano.

Déjame. ¡Si pudiese yo matarte,
como haces tú, como haces tú! Nos coges
con las dos manos, nos ahogas. Matas

no se sabe por qué. Quiero cortarte
las manos. Esas manos que son trojes
del hambre, y de los hombres que arrebatas.


 

60. CARTA DEL SUICIDA
de Gonzalo Rojas


Juro que esta mujer me ha partido los sesos.
Porque ella sale y entra como una bala loca,
y abre mis parietales, y nunca cicatriza,
así sople el verano o el invierno,
así viva feliz sentado sobre el triunfo
y el estómago lleno, como un cóndor saciado,
así padezca el látigo del hambre, así me acueste
o me levante, y me hunda de cabeza en el día
como una piedra bajo la corriente cambiante,
así toque mi cítara para engañarme, así
se abra una puerta y entren diez mujeres desnudas,
marcadas sus espaldas con mi letra, y se arrojen
unas sobre otras hasta consumirse,
juro que ella perdura, porque ella sale y entra
como una bala loca
me sigue adonde voy y me sirve de hada,
me besa con lujuria
tratando de escaparse de la muerte,
y cuando caigo al sueño, se hospeda en mi columna
vertebral, y me grita pidiéndome socorro,
me arrebata a los cielos, como un cóndor sin madre
empollado en la muerte.

Gonzalo Rojas (Poeta chileno)